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Relato publicado en La habitación 201 (lado B)


Ediciones Altazor, 2014


El ocupa



Las amigas que visitaban a mi madre siempre fueron devotas de las ciencias ocultas, el tarot, los dados, el I Ching, los posos del café, Osho, Jodorowsky. Yo tenía once años, estaba deprimida y leía echada en un sillón cuando una de esas brujas me hizo escoger una carta de su baraja.

-Dime un número.

-El 201.

-Su consejo: cuando algo te perturbe, imagina una habitación en medio de la nada, la habitación 201. Llénala con todo aquello que te dé felicidad.

Y así lo hice: cada vez que me topé con la incomprensión o la ignorancia, entraba en mi habitación imaginaria para rodearme de libros. Huyendo de la muchedumbre, encerré el mar, atardeceres, noches silenciosas en mi pequeña arca, en mi cuarto-invernadero.

Un verano conocí a un hombre especial. Lo besé, lo amé, y el día en que él ya solo era ausencia, lo imaginé conmigo, recreé cada detalle de su cuerpo, lo llevé hasta la habitación secreta... Y ahora se ha instalado en mi lugar sagrado. Ya no puedo desalojarlo de la 201. La habitación y él se han vuelto indivisibles. Cuando huyo del mundo, cuando busco la paz, cuando quiero sentirme comprendida, llego hasta él -irremediablemente-.



Marina Tapia

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