Artículo de Miguel Arnas
Mi querido amigo, excelente narrador y poeta, académico de Buenas Letras y Sátrapa patafísico, Miguel Arnas, tuvo la generosidad de publicar en el diario Ideal de Granada, y luego en su blog, un artículo sobre mi libro "Marjales de interior". Aquí lo traigo junto con mi agradecimiento a su impagable gesto. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.
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Artículos en el diario Ideal
Publicado el enero 13, 2019 por elarboldearnas
Aquí van otros dos artículos de los publicados en Ideal a través de la Academia de Buenas Letras de Granada. El primero se ha escrito con la esperanza de que alguien se acuerde del insigne y desaparecido escritor, poeta y pintor cubano Severo Sarduy. Si hubo un barroco caribeño, que lo hubo, Sarduy es el ejemplo del barroquísimo caribeño-parisino, pues allí buscó refugio. Lo conocí a través de Juan Goytisolo y Julio Cortázar, disparaderos ambos de otros escritores y artistas para muchos de nosotros que fuimos algo más jóvenes que ellos. El otro es homenaje a una excelente poeta chilena residente en Granada, donde ha encontrado inspiración y amor, dos cosas sin las que el artista no puede vivir. Espero que os gusten.
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Una chilena en Granada
Cualquiera sabe que para que se sostenga un taburete se necesitan tres patas. Sostenerse en dos es difícil pero posible: nosotros lo hacemos. Cuanto menos, que sean esas dos. El español se sostiene porque se habla aquí y allá. Sin ese allá, sería mucho más pobre. ¿Cuánto les debemos literariamente hablando a los latinoamericanos? No es ya cosa del llamado boom, sino desde siempre. Ahora mismo. Hace quinientos años. Siempre. Tenemos el privilegio de tener en Granada, ciudad de poetas, a una chilena que escribe poesía.
Marina Tapia, chilena de nacimiento y granadina de adopción y de amores, es poeta de campanillas. Premios ha recibido, pero no hablaré de ellos porque lo importante es lo que dice, lo que anuncia, el reconocimiento viene de sí. Su último libro publicado, Marjales de interior, fue escrito en Fuentevaqueros, mientras ella vivió allí durante un año.
María Zambrano, la gran pensadora malagueña, decía que inevitablemente la poesía se acerca a lo sagrado. En este libro de Tapia hay tres aspectos sacros que son tratados con belleza nada desdeñable: el tiempo, tanto en el aspecto del paso de él como en el climático, la naturaleza y el amor.
El tiempo es cíclico: las cuatro estaciones aludidas de forma un tanto lateral, sutil. La naturaleza está presente en todo el poemario, brilla como los cerezos en abril. El amor está imbricado en las otras índoles y la muestra mayor está en el único poema en prosa del libro, titulado Carmen de los mártires. Empieza con una invocación, con un deseo gritado: “Qué debo hacer, decidme, para quedarme allí”, equivalente al goetheano “¡Detente, instante, eres tan bello!”. Y ese anhelo de parar el tiempo tiene dos motivos que coinciden con los otros dos motivos del libro: la esencia de ese jardín, su carácter de hortus conclusus, la naturaleza civilizada, domesticada pero no por ello menos hermosa, y el amor con quien comparte instante, sentimiento y embeleso.
En el eficaz prólogo se dice: “Ahora, con este Marjales de interior, ha compuesto una oración a la totalidad, escrita como quien oye un pájaro”. Las alusiones a la mística son constantes, a una mística particular e intransferible, una mística sin Dios, quizá, pero en la que se ha sustituido a este por la naturaleza y el amor, que para hacerlo bien, habría que escribir ambas palabras con mayúscula pues ambas fueron Dioses. ¿Panteísmo?, quizá. Pero misticismo, seguro. Esa apreciación del prologuista, alusiva a la escucha de los pájaros, es decir al lenguaje de los pájaros: hablarlo, comprenderlo, es hablar con Dios o con los Dioses pues es ese el lenguaje que Ellos utilizan, convirtiendo a los pájaros en intermediarios.
Así es todo el libro. En Carta antes del viaje, poema preparatorio, aludiendo al corazón dice: “Que curaste tu arritmia en la vega./ Que de nuevo sonríes.// Espero tu respuesta, quiero ir”, y ese es otro motivo que mezcla los esenciales: el viaje, el quitarse de en medio para reiniciar la vida, el ponerle voluntad para ser de otro lugar, pues no elegimos el punto de nuestro nacimiento. Ella de Chile a Andalucía, yo de Barcelona a Granada. No deberíamos sentirnos orgullosos de nuestro lugar de nacimiento pues nos vino dado, sino del lugar en el que queremos vivir, aunque sea el mismo, pues es producto de nuestra voluntad, y ay de aquel que se queda por inercia.
La poeta está presente ante el desarrollo y la variación de la naturaleza. También lo está ante lo mismo del amor. Y lo grita susurrando, con grito suave de mujer porque también ellas son cíclicas. Y los últimos poemas son una despedida aterciopelada, mansa, un olvido de lo secundario para eternizar lo importante: el tiempo, la naturaleza, el amor.
Dos momentos patafísicos con Miguel Arnas